28 octubre 2012

No sos vos, somos nosotros (infidelidad)

¿Los sueños cuentan como infidelidad? (No Way!) Por, Alejandra Lunik


Si definimos la fidelidad como la “lealtad, la observancia de la fe que alguien debe a otra persona”, podemos deducir que cuando este compromiso se quiebra entramos en el terreno de la infidelidad y, en consecuencia en una calidad distinta de relación con nuestra pareja.

En general tendemos a asociar la infidelidad casi exclusivamente con el engaño sexual, pero en realidad, es mucho más que eso dado que rompe con el pacto que cada par construye con el otro y en el que ambos están comprometidos. La infidelidad como ruptura de este acuerdo orienta hacia un nuevo horizonte que puede determinar un quiebre definitivo o bien la construcción de nuevos contratos, de nuevas modalidades de relación que le den continuidad y madurez.

Cuando hablamos de infidelidad nos referimos a una experiencia dolorosa, vivida y sentida como de alta traición y engaño.

Es fácil encontrar un culpable, el infiel, y una víctima, que es la persona que ha sido traicionada en la relación.

A menudo irrumpe en la vida de una pareja como un accidente, es decir, como un suceso violento y repentino, inesperado, en el que hay un factor externo al que además, puede hacerse responsable, el otro/la otra. Con frecuencia después de una infidelidad quedan instaladas conductas de desconfianza, puesta de límites arbitrarios, imposición de comportamientos-castigo, reproches y culpas que no alcanzan para cicatrizar el desconsuelo y la angustia. 

Es posible salir airosas de esta situación si podemos desprendernos del binomio víctima-victimario y dejar de observar y considerar lo sucedido desde alguno de estos dos polos.

La propuesta es, entonces, reflexionar sobre las posibles causas que hacen que, en un momento dado, en una pareja comprometida,  haya un quiebre, una ruptura que deviene en la infidelidad de uno de ellos.

Desde esta perspectiva centramos el análisis en la forma particular en que un sujeto se conecta con el otro, creando un estructura singular y propia para cada caso y para cada circunstancia.

Por lo tanto ponemos el acento en la interacción entre los integrantes del dueto, en sus maneras de comunicarse, de decir y de callar, en su historicidad y en su presente, de modo de arribar a una lectura que comprenda el fenómeno de ruptura, de quiebre del compromiso que los une y asocia desde estos elementos y no desde el mencionado binomio víctima-victimario, o de factores externos como “el otro” o “la otra”, ni mucho menos de responsabilidades exclusivamente de orden individual. 

La infidelidad de cuenta del atravesamiento de una crisis de pareja y muestra la disfuncionalidad y decadencia de determinados patrones de interacción. Se constituye en un reclamo de actualización, renovación y cambio.

Por lo tanto lo apropiado es revisar, en primer lugar, cuál es el circuito comunicacional que sostiene la situación-problema, indagando y cuestionando los marcos de referencia que le dan significado, abriendo caminos hacia las formas en que se percibe, comprende y vivencia esta situación para luego co-diseñar estrategias que promuevan las transformaciones necesarias, en dirección hacia formas saludables de encuentro o por el contrario, hacia la disolución de la relación.

El objetivo de esta tarea  es evitar los estereotipos, la cronicidad, la patología, en donde lo que queda instalado es un tipo de vínculo caracterizado por la desconfianza y la reinvindicación o por la culpa y la expiación, o bien por el control obsesivo del otro o la queja, devolviendo a cada parte su parte, su responsabilidad, su capacidad de decisión frente a sí y frente al otro, disponiendo juntos actualizar su compromiso de lealtad o encaminarse cada cual por nuevos y desafiantes caminos.

Por: Adriana Mendoza. ¡Gracias Cleopotraza!

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