¿Por qué nos cuesta tanto cambiar? |
La expresión popular "Año nuevo, vida nueva" se relaciona con el deseo y la esperanza de una vida mejor.
Casi todos en algún momento queremos guardar bajo siete llaves las experiencias de un año complicado y revestimos el año que comienza de las más espectaculares expectativas.
Porque soñar no cuesta nada.
Hasta que la realidad se impone y nos muestra que para obtener mayor bienestar y satisfactorios resultados es necesario producir algunos cambios.
Heráclito utiliza la metáfora del río para explicar el devenir permanente. Es reconocida su frase “nadie se baña dos veces en el mismo río” donde nos conecta con la idea de la incesante transformación.
Si la vida es cambio constante -y sobradas muestras tenemos de ello-, y en tanto formamos parte de este universo, somos también nosotros sujetos de cambio. Entonces, ¿Por qué nos cuesta cambiar? ¿Por qué nos cuesta introducir las modificaciones que harían nuestra existencia más placentera?
El cambio implica el pasaje de una situación a otra, en consecuencia, nos plantea una acomodación y una adaptación. En este pasaje hay que dejar algo de los viejo y conocido, en tanto “seguro”, para incorporar lo nuevo, desconocido y amenazante, anhelado pero también temido.
En tanto temido produce ansiedades que pueden manifestarse en síntomas tales como tensión, hostilidad, tristeza, desgano, hiperactividad, fobias, desbordes, impulsividad, abuso de sustancias, descontrol en las comidas, etc. Por consiguiente, al incrementarse las ansiedades pueden generar resistencia al cambio, aunque ese cambio sea muy querido y deseado.
Así, muchas de las intenciones y los proyectos para el año que se inicia suelen quedar postergados o boicoteados por emociones, mayormente inconscientes, que configuran resistencia a concretar aquellos acontecimientos que, por lo menos en la ilusión, dejarían paso a una “vida nueva”: una nueva pareja, un embarazo, una salida laboral, un viaje, una mudanza, un desafiante emprendimiento y tantas, tantas otras cosas.
La tarea consiste en trabajarse trabajando nuestros miedos y ansiedades, buceando en nuestro interior, reconociendo fantasías persecutorias, identificando temores. En definitiva, se trata de un proceso interior para vencer y levantar esas resistencias.
A veces es esta una tarea compleja pero posible y necesaria ya que abre el camino de salida del estereotipo, el estancamiento, la pasividad y la frustración.
Heráclito y otra de sus metáforas, la del fuego.
Este filósofo afirma que el cosmos –el mundo-, es “fuego siempre vivo” y se puede pensar que con él designa el principio o fundamento de todas las cosas, como una especie de material primordial del que todo está hecho.
Puede interpretarse también como una imagen del cambio incesante que domina toda la realidad, elegido como símbolo: la llama que arde es cambio continuo, que cuanto más quieta parece estar, tanto más rápido es el proceso de combustión. Cuando chisporrotea, por el contrario, es más lento.
El fuego es según su planteo, principio generador, autoformador y autoordenador, inherente a todas las cosas. Por lo tanto, les propongo animarse a encender la llama interior y entrar en movimiento con el cosmos.
Por, Adriana Mendoza
Ps. Social y Consultora Psicológica Sistémica
amendoza000@hotmail.com
¡Gracias, Cleopotraza!
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